La COVID-19 acaba de llevarse a uno de los hombres que contribuyó a la captura de Abimael Guzmán: Gustavo Trujillo Tiburcio, un personaje de antología en las operaciones de seguimiento.
El suboficial PNP, Gustavo Trujillo Tiburcio, perteneció al Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) y tuvo participación activa en las doce operaciones que realizó este grupo en la lucha contra la subversión de Sendero Luminoso.
Los recursos que empleaba para cumplir con sus tareas de seguimiento y vigilancia eran tan imaginativos que muchos no llegaban a creerlo hasta que lo veían en acción. Sus anécdotas podrían llenar fácilmente un libro.
La siguiente historia describe a plenitud el perfil de este policía, un Héroe de la Democracia que acaba de partir.
Como casi todos los hombres del GEIN, Gitano era un policía de recursos impresionantes para inventarse cubiertas en las situaciones más difíciles. A menudo aparecía vestido de personajes increíbles sacados de su fecunda imaginación, como ocurrió tres años después de la captura de Guzmán, cuando hacía el seguimiento de Margie Clavo Peralta, un mando terrorista que continuaba libre.
La mujer fugó a la ciudad selvática de Pucallpa. Allí fue ubicada junto con otros dirigentes que trataban de reconstituir la organización. Margie Clavo decidió viajar a Lima en un intento desesperado para reactivar el aparato terrorista. Su primera escala fue Huánuco, donde estuvo escondida varias semanas. Los detectives del GEIN viajaron hasta esa ciudad y rastrearon la casa donde vivía. Era un inmueble multifamiliar de cuatro pisos, ubicado frente a un conjunto de viviendas semiconstruidas, que sirvió a los agentes como escondite para vigilar el departamento. Los policías establecieron su base de observaciones en una edificación abandonada, sin techo, maloliente y llena de basura.

La vivienda que les servía de escondite tenía un pequeño orificio en la pared exterior por el que podían vigilar la casa del frente, pero justo a la altura de la puerta, un gran y frondoso árbol con una rama enorme impedía la perfecta visión del departamento donde vivía Margie Clavo. Gitano decidió cortar parte del follaje y habló con un jardinero que trabajaba en la zona, hicieron el trato y, de inmediato, el hombre trepó al árbol y comenzó su labor, pero una mujer que vivía en el segundo piso armó tal escándalo al escuchar el ruido de la sierra en plena faena que el plan abortó. Gitano quedó pensativo por varios minutos hasta que recordó que tenía un primo sacerdote que residía en esa ciudad.
Llegó a la parroquia, habló con el religioso y lo convenció de persuadir a los vecinos sobre la necesidad de cortar el árbol. De primera intención aceptó, pero, en el camino, lo abrumó un sentimiento de culpa y para desistir del encargo apeló al argumento dudoso de que un sacerdote no puede mentir. Un policía enfureció con el sacerdote, pero el siempre imprevisible Gitano pidió calma y regresó a la parroquia. Ni bien llegaron, desapareció con el religioso en la sacristía.
Media hora después, un nuevo cura con un inconfundible acento español apareció en escena: era Gitano, quien empleaba sus extraordinarias dotes histriónicas. Hasta su compañero que lo esperaba iracundo rio al verlo con su aspecto de sacerdote venerable. En menos de un cuarto de hora, el hombre estaba otra vez frente a la puerta de la vivienda de Margie Clavo ordenando cortar la impertinente rama. La mujer del segundo piso volvió a salir, pero el sacerdote amablemente la convenció que era indispensable cortar la rama. La mujer comprendió:

—Padrecito, si es por necesidad de la parroquia, llévese todo el árbol si quiere —dijo.
Los demás agentes escondidos en la casa derruida ahogaban las carcajadas con el máximo esfuerzo. Otra vez los recursos inagotables de Gitano habían tenido éxito.
(Tomado del libro Abimael, La captura, de Víctor Tipe Sánchez)